"DESPUES del BAILE..."
Aquella noche Marcela aún andaba con un poco de sueño en el cuerpo. Su amiga la había llamado y obligado a levantarse de donde estaba instalada para tener un sábado tranquilo, leer y dormir, lujos que a los treinta ya podía darse.
Al llegar a la fiesta, los amigos del hermano menor de la amiga le preguntaban, hablaban, conversaban. Adivinaban el colegio del cual ella había salido, cosa que a estas alturas ya no se considera. Le preguntaban qué quería estudiar, cosa que ya había hecho hace años. Le preguntaban la edad, cosa que al responder no le creían.
Cuando empezó la música la sacaron a bailar.
El baile es la mejor instancia de seducción. En el baile todo es imagen y si esas dos imágenes logran coordinarse y armonizar en una, todo se vuelve espectacular. Bailar es volver al estado biológico, fisiológico, sin ética que se interponga, donde ambos cuerpos son capturados en una danza recíproca, en un solo movimiento.
Después del baile comienzan las preguntas
El problema surge cuando se empieza a conversar sobre el futuro y se encuentra a un niño desorientado que aún vive y pelea con sus padres. Cuando esas dos imágenes se dan cuenta que mientras una salía de cuarto medio el otro vestía overol. El problema es que después de unas cuantas palabras ya no queda mucho que hablar.
¿Basta solo una energía química, física o cósmica
para que una relación afectiva se constituya?
El amor, ¿Va más allá de los parámetros establecidos, de los tiempos vividos?
¿Puede ser, el amor, tan fuerte que no necesite esos parámetros para desarrollarse?
¿Puede ser la vida cotidiana, los lugares frecuentados, trascendidos por esta energía?
Más allá de la moralidad o el deber ser, es importante pensar el tema desde la vida cotidiana, desde las propias problemáticas, deseos y motivaciones que puede haber entre dos generaciones distintas. Además, dos generaciones que viven una etapa en particular: una mujer de treinta y tantos, con un muchacho bordeando los veinte, en tiempos actuales en que cada vez se posterga más el crecimiento y se extiende la adolescencia. Si antes las personas se casaban a los veinte y tanto, ahora se toma la decisión cerca de los treinta. Recién a esta edad empieza la necesidad de estabilidad y proyecto futuro.
Así mismo, aquel joven tendrá que plantearse preguntas de una mujer de treinta, como la preocupación por inventarse la vida, buscar algún camino, nuevos trabajos, estabilidad afectiva y proyectar futuros hijos.
No sé si el amor tendrá edad
Después del baile comienzan las preguntas
Llegar a casa y saber que los lugares son diferentes, que los motivos y deseos son diferentes. Que no interesa seguir los viernes y sábados, pisando calles para encontrar nuevos amigos y nuevas fiestas. Además, el cuerpo hace elegir entre viernes y sábado.
Puede ser que el amor no tenga edad. Pero a los treinta, en esta mitad de vida que nos permite el siglo XXI, debe ser más fácil estar con un hombre maduro, separado y con hijos, que con un niño que recién comienza a quitarse el overol. No sería generoso que estos nuevos jóvenes, que inician sus preguntas, se vean comprometidos, en este momento, con otras preguntas.
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