EN LA BUSQUEDA DEL PRINCIPE AZUL
A
muchas mujeres de hoy le ha costado construir pareja, lo cual no deja de
producir ansiedad. Las citas a ciegas comienzan a ser frecuentes. Las
invitaciones a grupos de solteros y separados donde nadie se conoce. Las eternas
presentaciones que hacen los tíos, los padres, los primos, preocupados porque "la niña no se ha casado".
Por
un lado, aún existe la presión social. Todavía está arraigada en nuestra
cultura la necesidad de formar familia y antiguamente llegar a los treinta
soltera, era ser solterona. Por otro lado, sigue presente en lo más profundo de
nuestro ser, aquella mitología de la princesa que encuentra su príncipe azul.
Estos
dos aspectos son muy importantes en la constitución del "alma" femenina. Pero más
concreto y real, es la necesidad cotidiana de estar con alguien en el mundo, de
compartir con otro, de que la vida es mucho mejor de a dos. El mundo actual se
hace pesado para alguien solitaria y siempre es bueno tener la complicidad de
la lucha, del cariño y del amor.
No siempre es fácil estar
sola. El cuerpo, la mente y el espíritu han evolucionado. Cuando no se encuentra a alguien con quien proyectar el futuro, una parte del ser va quedando atrás, pegado, estancado. En las tribus ancestrales, un joven de una comunidad externa "robaba" a la muchacha, la hacía salir de su
hogar para constituir otro hogar, distinto a los dos de sus orígenes. Desde
este punto de vista, ¿Será que estar sola es quedarse pegada a los padres, al conflicto de origen, en una especie
de infantilismo, de niñez eterna, de un rodaje desgastante que no permite
crecer?.
El cuerpo ya no es el de una niña, ha cambiado. Si no es posible tener un espacio
que conecte con la intimidad, afectividad y sensualidad, algo se pierde. Además, la experiencia de ser madres se va
postergando, lo cual produce una ansiedad por el límite cronológico. Se instala
el miedo de tener hijos a edad avanzada, ya sea por el riesgo físico que
implica o por la distancia generacional que existirá con ellos.
La mente empieza a construir futuro y empieza a aburrir tener que imaginarlo solas, de las relaciones fugaces y de la imposibilidad de tener un
proyecto común. Se quiere esperar al compañero cuando llega a casa y que
nos espere. Viajar y elegir entre ambos el mejor lugar para partir. Preocuparnos porque está preocupado y preocuparle. Inventar,
de a dos, el nombre de los hijos.
El espíritu se siente vacío. Cuando se está bien en pareja se siente una tranquilidad en el
alma, que no se compara a la compañía de los amigos, de la familia, de los
colegas, ni de la más deseada soledad. La intimidad que se vive es exclusiva,
es de dos y de nadie más. La intimidad permite mostrarse en todas las
facetas: ser niñas, madres, feas, bonitas, rabiosas y tiernas e
incluso conectar con lugares desconocidos. La intimidad es el lugar más
intenso, pero a la vez el más enriquecedor, el de mayor crecimiento.
Todo
esto circula alrededor. Sin embargo, actualmente NO se está buscando
marido porque sí. Se supone que el desarrollo que ha tenido la mujer da el derecho
de construir una relación basada en el afecto, en el respeto y en el
reconocimiento. Se supone que aunque existan dificultades, es posible tener una
buena relación. Se supone que al hablar de pareja existen dos seres que van a
la par, que se potencian y se acompañan en su desarrollo, donde la postergación
y el sacrificio por el otro es una opción, no un rol u obligación.
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