¡¡QUE ROLLOS!!

 El cuerpo es una evidencia permanente, la expresión del "alma".

En la pubertad el cuerpo era la inestabilidad misma, pasando por épocas de gordura extrema, de espinillas, de excesos. Había pocas mujeres que se conformaban con su cuerpo. Cada una tenía su propio complejo y eso se expresaba en la manera de relacionarse con él.

En esa época daba vergüenza usar polera sin mangas porque se sentían los brazos muy gordos, ocupar sostén o ser demasiado plana de todas partes, defectos que solo eran sabidos por la propia persona, nadie más se fijaba ni le importaban tan mínimos detalles. Es decir, todos eran rollos, rollos y más rollos.

A medida que se va creciendo, se van superando algunas trancas e inhibiciones, lo que va permitiendo tener mayor seguridad para vivir en forma más fluida, tranquila y simple. 

Al llegar a los TREINTA, en el lugar de los antiguos rollos psicológicos, se empiezan a instalar nuevos rollos físicos. Es decir, por más dietas y ejercicios que se haga, siempre algún "rollito" acompaña. Existe cierta idealización del cuerpo que se quiere tener, establecida por la cultura actual, por un concepto de belleza personal, por opinión de otros o por nostalgia del pasado, sin embargo, por más que se intenta alcanzar el ideal, la nueva contextura no favorece: el metabolismo es más lento, se acumulan líquidos y grasas, la vida es más sedentaria.

 El hecho es que aún haciendo todo el esfuerzo, existen rollos que no quieren desaparecer, que insisten en quedarse. Lo más terrible es que siempre son los mismos y en el mismo lugar. Esto implica tanto al cuerpo como al "alma". ¿De qué tratan?

Por otro lado, la experiencia permite superar muchos complejos y trancas de antes: los tropiezos, el desorden y las caídas vividas en las tres primeras décadas, han entregado cierta sabiduría y madurez. Este recorrido ha permitido tener un cuento personal, mayor claridad de lo que se quiere y aceptación de lo que se es, lo que va ayudando a tener un lugar subjetivo y social que va dando la oportunidad de construir esta nueva imagen desde una actitud más fluida, lúdica y segura. La relación con el cuerpo se va haciendo menos complicada, la relación con los rollos físicos se vuelve más tolerable.

El cuerpo es la expresión del alma: en la pubertad era el reflejo de la inestabilidad y el exceso. A los TREINTA ya lleva marcas de experiencias y recuerdos que empiezan a hacer del paso del tiempo una evidencia.

 






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